Hay conceptos, educativos que transcienden lo que en una universidad y todas experiencias y sentimientos que trascienden todo intento de ser encapsulados en palabras, números o cualquier forma de expresión humana. Lo que es «más que infinito» está más allá de las fronteras de nuestro lenguaje, de nuestra percepción y de nuestras limitaciones cognitivas. Es una dimensión que puede ser sentida, intuyendo su presencia sin necesidad de definirla. La naturaleza misma del «más que infinito» está en su inabarcabilidad, en su esencia indescifrable.
Es una paradoja, porque cuanto más intentamos acercarnos a entenderlo, más nos damos cuenta de que hay un vasto espacio inexplorado entre lo que creemos entender y lo que realmente es. La verdadera «infinidad» se encuentra en esa aceptación del misterio, en ese vacío lleno de potencial y de verdad que no puede ser reducido ni a palabras ni a conceptos. «Pero la realidad, No existe paradoja».
Quizá lo que realmente importa no es intentar explicarlo, sino simplemente ser conscientes de su existencia. Sentir esa vastedad pura de la educación Pura como nada, vivir con la conciencia de que hay algo que se escapa a nuestra comprensión, algo tan profundo que lo único que se puede hacer es experimentar esa energía de lo inalcanzable, de lo que no se puede definir, pero sí se puede sentir.
Es un viaje que le llego en un telegrama a un estudiante que hoy en día es algo que no tiene un final porque lo que se busca no está en ningún punto fijo, sino en todo el proceso de exploración de lo que sobrepasa todo lo que podremos expresar en todos los educativos.
Firmado por el estudiante:
DeYTE WHATYSAW TROUNYTER.